La vida quiso que compartiera el día a día de los últimos años de María González Felgueroso, Marujina, la del Polígono. Tuve el privilegio de conocer sus vivencias a través del relato de su hija, al que ella asentía y sonreía, siempre sonreía. 

Pronto celebraremos el 8 de marzo. Son días de recuerdo y homenaje a mujeres con nombres y apellidos muy conocidos, y también de otras obligadas a vivir bajo pseudónimos masculinos porque sólo así podían tener voz en una sociedad que las negaba constantemente. 

A mí me gustaría que también reconociéramos y homenajeáramos a las mujeres del barrio, del pueblo, con las que cada día nos cruzamos por las calles. Esas que trabajan fuera por un salario que sólo acentúa su pobreza, y que también trabajan dentro. Que tienen jornadas maratonianas, incompatibles con todo: nuestras vecinas. 

Vecinas como Marujina, que desde su Ciaño natal, desde el fusilamiento de su padre, desde el exilio, desde el encarcelamiento de su madre, desde siempre… Supo que sólo luchando se conquistan derechos y por ello fue referente en la asociación vecinal. Primero en el Barrio de El Llano y, después, en el Polígono de Pumarín. En tiempos en que familias enteras salían a barrer las calles y marchaban al Ayuntamiento para reclamar luz y escuelas, Marujina fue fundadora, impulsora y activista de asociaciones culturales, de personas mayores y de vecinos. 

En 2013, ya muy mayor, Marujina volvió al Ayuntamiento, arropada por el aplauso de su gente. Aquel día le concedieron la medalla de plata de la villa de Gijón, en reconocimiento a su lucha y compromiso social para mejorar la vida de las personas. Un año después Marujina falleció y en noviembre de 2018, el Pleno del Ayuntamiento de Gijón aprobó que el parque del Polígono de Pumarín llevase su nombre. 

Han pasado más de dos años desde entonces, y aún no hay placa que recuerde que ese es el parque de Marujina, el parque de la vecina del barrio, de la mujer que dedicó su vida al barrio. 

Este 8 de marzo es especialmente importante para visualizar como el hecho de ser mujeres, sobre todo, mujeres pobres, marca en buena medida el destino de nuestras vidas. Igual por eso se tarda tanto en hacer un reconocimiento público como es debido a alguien como Marujina, mientras que otros ya cuentan con innumerables altares. 

Sin embargo, las mujeres con trabajos precarios y esenciales han estado en esta pandemia defendiendo con sus cuerpos y sus manos la dignidad de la vida en un momento particularmente difícil para la humanidad. Poniendo en evidencia como su papel en esta sociedad es efectivamente vital para que nada se venga abajo.

Por eso, pienso que sí existe un modo de hacer corpóreas las reivindicaciones en este 8 de marzo histórico, es precisamente nombrando  y recordando a mujeres como Marujina. Ella, que impulsó el cambio social mientras sostenía la vida. Decir hoy Marujina es llenar de significado la lucha feminista, es situar la brújula en el horizonte donde los lugares comunes son el dolor, pero también la alegría y la capacidad de ayuda colectiva, de solidaridad mutua. 

Toca de una vez llenar las calles, plazas y parques con el nombre de las mujeres comunes, para poder contar sus historias a nuestras hijas y nietas.  Las de aquellas que transformaron la sociedad, desinteresadamente, siendo ejemplo de solidaridad y honestidad, fieles a sus ideas y convicciones. 

Toca, en fin, darle el lugar que se merece a Marujina y que su vida sea así una guía para las generaciones venideras. Pues en su reflejo se hace más verdadera que nunca la máxima imprescindible para avanzar: “Por lo que fueron, somos. Por lo que somos, serán”. 

Alejandra Tejón, 

Portavoz de Podemos Xixón

Articulo publicado en La Nueva España, el 8 de marzo de 2021.