Corría diciembre de 2018 cuando en las elecciones andaluzas Vox asomó la pata con tanta fuerza que terminó expulsando al PSOE del Gobierno autonómico para poner en marcha el primer ejecutivo de extrema derecha en nuestro país. Hubo quien entonces se negó a verlo, pero algunas recordamos perfectamente aquellas palabras de Pablo Iglesias en rueda de prensa tras conocer el resultado electoral: 

“En nombre de Unidas Podemos “alerta antifascista”. Quiero hacer un llamamiento al movimiento feminista, a las organizaciones de trabajadores, a las plataformas de afectados por la  hipoteca, al movimiento estudiantil, a los colectivos LGTBI, a las organizaciones de pensionistas. Toca movilizarse para defender las libertades, para defender la justicia social, para defender la fraternidad popular y, en última instancia, la democracia. Lo vamos a decir muy claro: No tenemos ningún miedo a la extrema derecha. Y frente a la extrema derecha vamos a presentar compromiso y antifascismo militante. Estas elecciones en Andalucía van a pasar a la historia por la irrupción de una fuerza de extrema derecha, posfranquistas sin complejos, una fuerza neoliberal, una fuerza política machista contra las mujeres y contra la gente trabajadora de nuestro país”. 

El 18 de julio de 1936, Indalecio Prieto solicitó a los dirigentes asturianos del PSOE el envío de una columna de mineros para defender Madrid. Nunca llegaron a destino. Participaron en la defensa de Ponferrada porque todo se sobrevino. Y aquellos mineros sabían bien que ante el fascismo no importaba la trinchera ni la batalla, lo único imprescindible era poner el cuerpo para poder frenarlo, con todas las ganas. 

Por eso, lo que está haciendo Pablo Iglesias al tomar la decisión de abandonar el Gobierno y presentarse en Madrid es comprometerse con la lucha antifascista donde más útil puede ser: liderando la propuesta política de Unidas Podemos en la región central de nuestro Estado. En Madrid, lleva  casi 25 años gobernando la derecha arrasando con los servicios públicos, privatizando hasta el mismo aire y asfixiando en la pobreza y en la exclusión social a un pueblo hoy doblemente golpeado por la crisis que esta pandemia ha desatado. Un pueblo que, aunque esté en Madrid, también es el nuestro

Es cierto. Madrid no es España pero en ella, allí y en este momento, entre el “No Pasarán” y el “Sí Se Puede” están ancladas las aspiraciones, los sueños, los anhelos y las esperanzas de millones de personas. También las del pueblo asturiano. Dicen que la historia es cíclica y tiende a repetirse. Yo creo que la historia, como la memoria, son herramientas para conocer, analizar y aprender del pasado. 

Por ejemplo, de Dolores Ibárruri aprendimos que la libertad pasaba por tener unas condiciones materiales de vida dignas, desde la base. Aprendimos que la solidaridad entre los pueblos es imprescindible para ganar fortalezas que superen obstáculos. Ella fue diputada por Asturias habiendo padecido las cárceles asturianas por salvar a los niños y a las niñas de la respuesta violenta contra la revolución de Octubre del 34. Fue encarcelada por ponerse, como siempre, del lado de la gente humilde y desprotegida. Y entre otras muchas cosas, en su ejemplo de humildad viviente nos enseñó, nada más salir elegida diputada, que lo primero que debía hacer como representante del pueblo era dar libertad a aquellos que estaban encarcelados injustamente. Haciendo concreto el ejemplo de que por mucho que  se ocupen cargos institucionales, el compromiso siempre es con el pueblo

Pero Dolores nos enseñó mucho más. Ella siempre defendió que contra el fascismo la mejor arma para luchar es la unidad. Lo defendió con vehemencia y en los muchos espacios en los que pudo ser escuchada. Eso sí. Se encontró en repetidas ocasiones con la incomprensión y el inmovilismo de buena parte de sus coetáneos, que mostraron su insistencia por repetir fórmulas diferenciadas que no sirvieron no sólo para mantener un papel fuerte durante la República sino para evitar la pérdida de la Guerra Civil. Y es que la historia debe servir para aprender.  Especialmente si somos parte de quienes la padecen una y otra vez. Como vemos en las calles de Oviedo, donde cada vez que la derecha está en el poder, pretende borrar la dignidad y exaltar el fascismo.

Hoy vivimos en un mundo salvajemente neoliberal, donde cotiza ya en bolsa hasta el agua, el acaparamiento de los recursos naturales en menos manos es cada día mayor y más atroz, y las derechas y extremas derechas campan a sus anchas recortando libertades en nombre de la democracia mientras la vilipendian. Pero es cierto que hay otro mundo que se mueve por la justicia social y no se conforma con quedarse en los márgenes de la historia. Ese otro mundo late en algunos ejemplos de Gobiernos emancipadores de América latina y también, con todas sus limitaciones, en nuestro país.

Por eso, es imprescindible ser conscientes de que esta lucha es global y hacernos responsables del papel que decidimos jugar aquí y ahora. En este momento, se hace necesario revisar la historia para aprender de ella. Del ejemplo cotidiano, por supuesto, pero sobre todo de las lecciones que son la condición de posibilidad de que hoy nosotras y nosotros estemos aquí. Porque es cierto. No habría democracia en este país sin la lucha incansable de miles de personas que pagaron con su vida, con la cárcel o el exilio, denunciar las injusticias.

Dejando el Gobierno para presentarse como candidato a la Comunidad de Madrid, el mejor regalo que nos ha hecho Pablo Iglesias a las militantes de Podemos es el del ejemplo. Saber estar donde seamos más útiles. Elevar la mirada porque es irrenunciable la unidad como condición de posibilidad para fortalecer poder popular. Por eso, en Madrid las compañeras volverán a demostrar que recorrer ese camino sólo es posible si “Unidas Podemos”

Estefanía Torres.

Eurodiputada de Podemos en la VIII Legislatura.

Consejera Ciudadana Estatal de Podemos. 

Miembro de la dirección de Podemos Xixón.